(En la imagen, Puigdemont durante una entrevista en la televisión belga, en Bruselas. ERIC VIDAL/REUTERS)
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Esta semana me he propuesto hablar de las últimas noticias que han surgido del Parlamento Europeo en lo relativo a la inmunidad de los tres eurodiputados independentistas. Esta tarea ha resultado ser mucho más difícil de lo que imaginaba. Tras unos días investigando, me encuentro casi como al principio: en una maraña de información en la que se mezcla ideología y política, y en la que subyace una falta de claridad crónica.
Además, llevamos con esto desde que en 2017 se convocó aquel referéndum que cambió para siempre la historia de España y la de Cataluña. La pregunta ¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república? se hizo en un momento en el que la realidad había pasado a un segundo o tercer plano, para dar cabida a toda una serie de emociones e imágenes brutales que se relacionaban con las palabras “Cataluña”, “independiente” y “república”. Con qué inocencia se realiza y se contesta semejante pregunta, como si fuera una cuestión sin más, una decisión sin mayor complicación o trascendencia. Es como quien pregunta a un niño si quiere hamburguesa o brócoli para comer, sólo que para unos la hamburguesa es el brócoli y para otros el brócoli es la hamburguesa. Ya me entendéis. En fin, todos recordamos el escenario triste y confuso que resultó de aquello, y que demostró una vez más el poder de las palabras para evocar en cada individuo realidades completamente antagónicas.
Tras el paso de los años, el asunto rezuma crispación y cansancio. A veces, algunos son incapaces de contener el aire ridículo y tenso, propio del que sabe que ha participado en el bando perdedor de un juego a todas luces inútil. Por eso, a cada oportunidad que surge, las distintas partes tratan desesperadamente de reafirmar sus posiciones, casi más para autoconvencerse ellos que para convencernos a nosotros. Porque en el fondo saben que ya nadie les cree, que la gente ha dejado de soñar. Los ideales se enfrentaron a la cruda realidad y salieron magullados. Ahora ya no hay ser sobre la tierra capaz de sostenerlos sin que el acto no recuerde a un teatro de marionetas con sonrisas torcidas sobre madera desgastada.
Con el fallo del parlamento que retira la inmunidad a los eurodiputados, hemos podido presenciar un poco de ese teatro. Desde el gobierno, la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, con gran afán pedagógico y propagandístico, se inventa el enorme significado que tiene el voto europeo. Dice, entre otras cosas impresionantes, que hemos aprendido que “los problemas de Cataluña se resuelven en España, no se resuelven en Europa”. Por otra parte, Unidas Podemos (UP) sigue enrocado en la “resolución política de los asuntos políticos”, y ha votado en contra de la retirada de la inmunidad. Finalmente, los grandes perdedores de esta votación, los tres catalanes en el parlamento Puigdemont, Comín y Ponsatí, han dicho que lo suyo es una victoria, porque han perdido por menos votos de los que esperaban, y que la derrota es una vergüenza para la democracia europea.
Así no puede uno enterarse de nada. ¿Cómo ha de resolverse este esperpento en la política? No lo comprendo. Si alguna oportunidad queda de esclarecer los hechos y dirimir culpas, no puede ser sino a través de la intervención de la justicia. Además, ellos eran plenamente conscientes de que estaban haciendo algo ilegal, no entiendo porque ahora UP trata de exonerarles de una cuya responsabilidad ellos asumieron en su día. La ministra del gobierno habla de solucionar en España los problemas catalanes, pero no dice nada sobre la última resolución de Bélgica de revocar la extradición de otro independentista, Lluís Puig, por riesgo de “vulneración de la presunción de inocencia» y «violación de derechos fundamentales» en España. ¿Por qué Bélgica dice eso? No creo que lo hagan por gusto. ¿Acaso es porque tienen algún fundamento? Pero no, la ministra no explica esto en su vídeo, y sólo utiliza su plataforma para reafirmar y encauzar ideológicamente la victoria que han obtenido en el parlamento europeo. Así, yo sigo confundido y este artículo corre el riesgo de no terminar nunca. Mira por donde, igual que los problemas en Cataluña.
Daniel Alonso Viña
22 de marzo de 2021 en LawyerPress/París a Juicio