(Foto de los participantes en el encuentro de la izquierda intentan organizar una foto de familia ante la prensa, en París, el 17 de abril de 2021. Jean-Claude Coutausse para Le Monde.)

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Desde que la victoria de Macron en 2017 sepultara la izquierda y la derecha convencionales, sus partidos no han conseguido recuperarse del golpe. En estos momentos, la única posibilidad de la izquierda para encarar las elecciones de 2022 es la unión. Según las encuestas, en el caso de que esta se llevase a cabo, podrían acaparar el 33% de la intención de voto y pasar a la segunda vuelta contra Macron. Si no se produjese esta coalición, ninguno de los partidos conseguiría los votos suficientes para pasar a la segunda vuelta. Esto supondría un nuevo enfrentamiento entre Macron y Le Pen, esta vez con un alto riesgo de que esta última se erija como ganadora.

Sin embargo, la coalición de la izquierda francesa no es cosa fácil. Primero, porque todos se creen con derecho a liderar y absorber al resto de partidos. Segundo, porque algunos de ellos ya han presentado su candidatura individual a las próximas elecciones. Y tercero, porque pese a que todos los partidos se consideran “de izquierdas”, entre ellos hay una mezcolanza de ecologistas, socialistas y comunistas cuyos programas son muy distantes en algunos puntos. Mientras el ecologismo (EE-LV, Ecología Europea y Los Verdes) habla de reducir emisiones a cualquier coste, los comunistas (PCF, Partido Comunista Francés) todavía sienten cierto apego emocional hacia su votante tradicional, el obrero de las ciudades industriales (muchos de los cuales han dado un giro y ahora apoyan a Marine Le Pen); por citar una de las diferencias más evidentes.

Además, muchos de estos partidos tienen lo que he dado en llamar “orgullo histórico”. El partido verde es de reciente creación, pero no así los otros —el PCF se creó en 1920 y el PSF en 1969— y eso de participar en una coalición en la que correrían el riesgo de desaparecer definitivamente, no les da mucha confianza. Prefieren que las cosas sigan como están, antes que embarcarse en una aventura incierta y sin un claro futuro.

En este contexto, se produjo el otro día la gran noticia sobre la izquierda francesa. Yannick Jadot, eurodiputado del partido EE-LV y posible candidato a las elecciones, envió una invitación a los representantes de la izquierda para hablar sobre una posible coalición. En un hotel de París, a puerta cerrada, se reunieron casi todos los líderes de la izquierda (a excepción de los más importantes, como Jean-Luc Mélenchon, de viaje en Latinoamérica) con el objetivo de, en palabras del propio Jadot, “sentarse en la mesa y construir el gran proyecto de esperanza”.

Pese al esfuerzo y a la foto conjunta, pocas cosas salieron en claro de aquella reunión. Jadot se refirió a ella diciendo que “¡Esta primera reunión ha merecido la pena!”, pero al mismo tiempo calificándola como “el primer peldaño de una escalera que es alta”. Otros representantes no fueron tan suaves, y durante los días siguientes fueron haciéndose oír las verdaderas opiniones al respecto de una posible unión de partidos.

Adrien Quatennens, un chico joven y pelirrojo de habla elocuente, el segundo de a bordo en el partido de La Francia Insumisa de Mélenchon, dejo algunas claves interesantes en un programa de radio en France Inter. Sobre la reunión dijo que “vamos nosotros mismos sin ilusión”, y añadió que ellos consideran que “el principal problema de la izquierda no es su desunión, sino su debilidad”. Este mismo mensaje fue repetido por Fabien Roussel, presidente del PCF, sin que ninguno de los dos consiguiese explicar satisfactoriamente ese aforismo extraño. Otra frase que repiten incesantemente es “no queremos divisiones superficiales, ni uniones artificiales”. De momento, parece que no hay pacto. Muchos hablan de un “pacto de mínimos” o incluso un “pacto de no agresión”, pero nada como lo que espera de ellos el votante de izquierdas tradicional.

En la entrevista realizada a Quatennes en France Inter, el entrevistador da paso a distintas personas de izquierdas con preguntas para el entrevistado. Uno de ellos, muy claramente y sin rodeos, dice convencido que “o se produce una coalición en la izquierda que lleva votando toda la vida, o votará a República en Marcha (el partido de Macron) desde la primera ronda”. Quatennes, con su talento político, esquiva este órdago directo y vuelve a insistir en su única obsesión: el programa electoral de su partido La France Insumise y sus cientos de propuestas para mejorar Francia.

Michel Winock, historiador, lo explica en un programa de radio en France Culture: “Existe el leitmotiv de que Francia está dividida en dos: la extrema derecha frente a Macron. Nos olvidamos de los votos de la izquierda. Si se suman todos sus votos, se obtiene un 32%, que es más que cualquiera de esas dos listas ganadoras. El problema es que la izquierda no existe, en la medida en que está fragmentada”. Tienen un año para resucitar a la izquierda, pero ¿conseguirán salvar las diferencias y luchar juntos por ganar la batalla a la derecha radical?

Publicado el 4 de mayo de 2021 en París a Juicio/LawyerPress